Seguro que os preguntareis... ¿pero si esta entrada ya la ha hecho? Pues bien, efectivamente, esta entrada con una de mis locuras ya la había hecho hace meses. ¿Y por qué mostrárosla de nuevo? Porque una de mis torpezas varias la ha hecho desparecer del mapa :-S
Así que, no sin antes disculparme, aquí os dejo DE NUEVO este relatito.
LAS HADAS SUSURRANTES
─Mamá,
cuéntame la historia de las hadas susurrantes.
─¿Otra
vez? Pero… ¿no te cansas? ─respondió
su madre simulando fastidio.
─Vamos mamá… ¡es mi favorita!
─Bueno… está bien… ─claudicó
su madre. Se sentó en el borde de la cama donde la niña se preparaba para
dormir y las palabras comenzaron a fluir con la automaticidad propia de una
retahíla archiconocida ─En un lugar nada lejano pero sí muy ajeno, vivían las
por todos conocidas pero por nadie vistas “hadas susurrantes”. Estos seres
bellos a la par que mágicos habían nacido con una misión que cumplían sin
descanso, ¿recuerdas cuál?
─¡Claro! la de subirnos el ánimo.
Su
madre, entre carcajadas respondió:
─Sí, podríamos llamarlo así ─y continuó con la narración ─Su
cometido era nada más y nada menos que susurrar palabras bonitas… mensajes de
fortaleza… Su misión era regalar el lado positivo de las cosas y así alentar a
superar cualquier obstáculo. Pero, ¿sabes?, estas hadas no surgieron por
casualidad. ¡No, no, no! Hace mucho… mucho… tiempo en un reino muy lejano las
guerras y el hambre bañaron de desesperanza a toda la población. El Rey, muy
preocupado por el futuro de su pueblo, decidió hacerle una consulta a un mago
que vivía en una cabaña en el bosque. Este mago era muy temido y…
─Pero no era malo mamá ─interrumpió
la niña llena de indignación.
─No, ¡por supuesto que no! ─respondió
su madre y continuó ─Pero su poder resultaba tan misterioso para todos que
nadie se atrevía a relacionarse con él. ¿Y si le enfurecían y se vengaba
empleando algún maleficio? No, no podían correr ese riesgo, así que preferían
no tener ningún tipo de trato con él.
─Y estaba triste porque se sentía solo ─dijo la niña con expresión desolada.
─Hombre, pues un poquito sí ─confirmó
su madre ─Pero un día, el Rey llamó a su puerta y desconsolado le
detalló todas las penurias que su reino estaba padeciendo. El Rey sabía que no
podía cambiar la realidad que estaban viviendo, los últimos acontecimientos lo
habían devastado todo, pero necesitaba que su pueblo encontrara las fuerzas
suficientes para seguir adelante. El mago, después de escuchar el relato del
Rey, se quedó pensativo durante varios minutos, !minutos que para el Rey
resultaron horas!, y entonces respondió: «Debemos conjurar a las hadas susurrantes,
mi Señor»
─Pero el Rey no sabía quienes eran
esas hadas ¿verdad mamá?
─No, el
Rey no entendía nada, no sabía de qué le estaba hablando el mago. El hechicero,
ante su cara de desconcierto no dudó un instante en explicarle a qué se estaba
refieriendo: Se trataba de seres mágicos con cualidades extraordinarias y,
aunque hasta ahora no habían resultado necesarias en el reino, había llegado el
momento de requerir su presencia. Ellas ayudarían al pueblo a ir abandonando
poco a poco el desánimo en el que estaba sumido.
─¡Y entonces el mago las llamó! ─exclamó
la niña entusiasmada.
─¡Pero si te lo sabes mejor que yo!
Mañana me lo cuentas tú a mí ─protestó su madre.
─No mamá, por favor, lo que me gusta
es escucharlo… ─rogó la niña mirando a su madre con ojitos de cordero degollado.
─Vale, vale, continuemos ─accedió su madre disimulando su satisfacción ─Las
hadas llegaron al reino. Los ciudadanos no podían verlas a pesar de su
constante revoloteo y de que se posaban en sus hombros para susurrarles al oído
sus mensajes. No, nada les hacía sospechar su compañía pero algo estaba
cambiando. De pronto, la brisa parecía regalar palabras llenas de optimismo que
hacían más llevadero el hambre, menos dolorosa la enfermedad, más liviano el
trabajo… Y así, poco a poco, el pueblo consiguió recuperar el resplandor que
tenía antaño porque… creer que se puede nos ayuda a luchar con la fortaleza
necesaria, a crecer y conseguir aquello que anhelamos; o al menos, a no
desistir ante los fracasos.
─Mamá ¿crees que existen las
hadas susurrantes?
─Claro hija, cuando te sientas triste
sólo tienes que escuchar, ellas te harán llegar su mensaje ─respondió
su madre besando su frente.
Me llamo Clara, tengo 35 años y cuando tenía 4 esta escena se
repetía prácticamente cada noche en mi cuarto antes de dormir. Nunca supe de
donde surgió esta historia, nunca pude acariciarla en papel, pero se hizo un
hueco en mi mundo de fantasía desde la primera vez que mi madre me la contó.

Ahora mi mundo truena: me han diagnosticado otosclerosis en
ambos oídos y poco a poco estoy perdiendo audición. Ya no percibo el
sonido de la lluvia en los días de invierno ni el ruido de los coches en horas
punta, me pierdo en las conversaciones con diálogos cruzados, apenas uso el
teléfono ni me atrevo a hablar por miedo a estar gritando y, después de subir
el volumen del televisor hasta límites imposibles para mis vecinos, he
claudicado y optado por los subtítulos. Mi mundo truena pero sólo puedo saberlo
porque percibo el relámpago que le precede. Mi vida se ha llenado de silencios.
Aunque existan cuentos que nos hayan marcado desde la infancia,
el tropel de acontecimientos con que nos apabulla la vida nos hace guardarlos
como un tesoro en un cofre que sólo abrimos de vez en cuando para comprobar que
sigue ahí. Cuando el médico me comunicó mi enfermedad y cuál era su evolución
no pude evitar levantar la tapa, ya no volvería a oír la historia de estas
singulares hadas de los labios de mi madre. Y aunque en ese momento miles de
asuntos competían por ganarse mi preocupación, yo no podía dejar de pensar en
el relato, una y otra vez… una y otra vez… ¿Por qué no podía quitármelo de la
cabeza? ¡Había tantas otras cosas importantes en las que pensar!
Ese mismo día, cuando abandoné la consulta del especialista
comencé a caminar y, sin apenas ser consciente del trayecto recorrido, cuando
alcé la mirada me descubrí frente a la casa de mi madre. Llamé al timbre
y esperé. La puerta se abrió y no hicieron falta palabras, ella supo que no
había buenas noticias. Me abrazó y me hizo pasar. Me preparó un chocolate
caliente y se sentó a mi lado. Yo aún no había abierto la boca, no acertaba a
articular sonido alguno y ella, llena de paciencia, simplemente esperó.
Entonces, una lágrima se desbordó por mi mejilla y una frase brotó de mis
labios:
─Mamá, ya no podré oír a las hadas susurrantes
Ella me miró fijamente, primero con desconcierto y luego con
comprensión. Me acarició la mejilla con ternura y posó la palma de su otra mano
sobre el lado izquierdo de mi pecho, y entonces mis maltrechos oídos
percibieron como si de un murmullo se tratara su respuesta:
─Clara,
cariño, esta es la morada de las hadas susurrantes.
Y hoy, a pesar de la tormenta, cierro los ojos, presto mucha
atención y siempre aparece la música.
También publicada a través de plataforma MundoPalabras:
http://www.mundopalabras.es/2012/05/11/la-hadas-susurrantes/
http://www.mundopalabras.es/2012/05/11/la-hadas-susurrantes/
Pido disculpas a aquellos que habíais comentado la entrada. Lo siento de verdad.
FUENTE DE LA IMAGEN: http://www.flickr.com/photos/difusa/344860185
Hola Anuca. Acabo de descubrir tu blog y me ha gustado tanto que me quedo por aquí. Me parece muy original y me encanta como escribes. He leído varios de tus post, pero éste me ha tocado la fibra. ¡¡Que historia tan bonita...!!!
ResponderEliminarBesos
¡¡Muchas muchas gracias Marian!!
ResponderEliminarNo sabes lo que me alegra que te haya gustado mi blog y, por supuesto, eres más que BIENVENIDA.
Como tejedora de historias no hay nada que más me llene que haya alguien a quién le guste vestirlas.
LAS HADAS SUSURRANTES pululó en mi cabeza meses hasta que cobró forma entre mis dedos. Escribo porque disfruto haciéndolo, sin más, y saber que tú has disfrutado leyéndome como yo lo hago enlazando ideas es el mayor de los regalos.
Estaré encantada de verte por aquí y de leer y aprender de tus comentarios.
Un abrazo
Hola guapa, aquí estoy leyendo tus relatos maravillosos para ponerme al día. No sé que decirte con este relato, me ha movilizado de una forma increíble. Me he emocionado y aunque sé que soy bastante sensiblona está descripto tan bello que imposible que no me marque. Las hadas susurrantes, quien pudiera escucharlas, ¿no? Quizás con un poco de esfuerzo y apartar la rutina que nos envuelve lo pueda lograr.
ResponderEliminarBellísimo, sin palabras, felicitaciones.
Un beso grande, Lou
¡Muchas gracias Lou! La verdad es que a todos mis relatos les tengo cariño, ¿cómo no tenérselo? He vivido con ellos todo el proceso de gestación en mi mente y la maravillosa tarea de darles forma. Pero he de reconocer que este me gusta especialmente, simplemente porque cuando lo vi claro en mi interior me emocionó de igual manera que muchos de sus lectores me han transmitido.
ResponderEliminarMe alegro sobremanera cuando logro haceros llegar mis pensamientos y emociones con claridad pues, no siempre es sencillo hacerlo ;-D.
Muuuuuchas gracias por compartir tus impresiones (siempre ayudan a aprender y a mejorar), por leerme y... ¡por supuesto! por simplemente estar ahí.
Un besin