Un libro cuánto menos... curioso. Cortito, fácil de leer y cargado de un contenido que va más allá de lo obvio. Personalmente, no se parece a nada de lo que he leído hasta ahora.
Un libro con muchísima metáfora, tanta que a veces nos dificulta llegar "al meollo de la cuestión". Si no se alcanza ese "meollo" puede acabar resultando un cuento con exceso de fantasía, merengón o incluso una sinrazón; pero si se logra aunque sea rozarlo con los dedos... puede que no pase a engrosar tu lista de libros preferidos pero no te dejará indiferente.
Fue un día triste, un día en que no dejaba de llorar hasta que me di cuenta de que me reconfortaba beberme mis propias lágrimas. Poco después descubrí que sabían mejor si las mezclaba con un poco de licor de manzana. Pero no hay que beber nunca cuando uno está en estado normal, en ese caso ya no se logra estar contento sin beber y se forma un círculo vicioso y uno ya no para de llorar para poder beberse las lágrimas.
Mientras se marcha, abre una alforja repleta de huevos de gallina.
- ¿Por qué cargas con todos esos huevos?
- Porque están llenos de recuerdos... Mi mujer los cocinaba de maravilla. Me basta cocer uno para tener la impresión de que vuelvo a estar con ella.
- ¿Y los cocinas igual de bien?
- No, me salen cosas infames, pero eso me permite reavivar los recuerdos con mayor facilidad. Coge uno si quieres.
- No quiero que te falta ningún recuerdo.
- No te preocupes por mí, tengo demasiados. Tú todavía no lo sabes, pero algún día te alegrará mucho abrir el zurrón y encontrar un recuerdo de tu infancia.
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